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domingo, 1 de enero de 2012

El Broche del Santo

Artículo publicado en la Revista del Santo del año 2009.




En los últimos años ha pasado desapercibido un detalle del Traje de San Antonio Abad, que en la Restauración del mismo, se ha evidenciado como una pieza de gran relevancia tanto por lo que de valor pueda tener, como por la simbología que de él podamos concluir, y que además, hemos querido duplicar desde la Comisión del Santo, para que ambos trajes posean el mimo tipo de broche (obsérvense en las fotografías adjuntas). Están realizados en Oro de ley, con la peculiaridad del esmalte vidriado, transparente a la luz, de gran belleza y valor. El de detalles en rojo (coral) es el originario y el de detalles en blanco (marfil) es la reproducción realizada.
Se trata del broche que ajusta la capa del Santo y que representa al dios egipcio Horus. Como se puede apreciar en las fotografías que se acompañan, su representación refleja una imagen alada. Originariamente era concebido como un dios del cielo. Su imagen era un halcón con alas abiertas, el sol y la luna eran sus ojos. Gracias a la acción dualística del mundo egipcio, Horus tenía por rival a Set, su hermano. Luchando con él, Horus perdió el ojo, pero al final los dos dioses se pusieron de acuerdo sobre el dominio de Egipto. Cuando el culto a Osiris ganó en importancia, Horus se convirtió en el hijo de Osiris.
Este broche fue un regalo que hizo una persona, Antonio Rodríguez Sosa, en los años sesenta, para que las manos del broche inicial del traje estuvieran acompañadas. Quiso regalar a San Antonio Abad una pieza de valor, y fue este broche, junto a un anillo de oro con sello azul, para de esta forma, dar gracias por los favores recibidos. Hoy con el paso del tiempo podemos considerarlo como un acierto, al vincular a San Antonio Abad con sus orígenes egipcios.
Teniendo en cuenta cómo llegó a sus manos, todavía podremos valorar mejor la relación existente.
En una entrevista mantenida con Antonio, éste cuenta que en uno de sus viajes, cuando regresaba de Ceuta, observó las dificultades por las que atravesaba un joven, que no portaba billete de embarque y que, viendo lo afligido que estaba, se ofreció a pagarle el billete. Este joven portaba en su pecho un broche que le llamó la atención y que el joven, en agradecimiento, le ofreció. Pero Antonio le ofrece 3 billetes de 100 pesetas, porque no quería aprovecharse de él. Antonio, que siempre se ha caracterizado por ser una persona desprendida, quiso, con el tiempo, que este broche fuera de San Antonio Abad. Nos cuenta, además, que este joven provenía de Egipto y que era herencia de su madre, que fue realizado en Egipto a finales del siglo XIX, después de fundir unas monedas de oro de su madre. Esta datación coincide con la realizada en el Taller Joyería de Madrid Molina Cuevas, donde se ha realizado una réplica con matices diferentes para que el otro Traje pueda llevar el mismo broche.

A la luz de este relato, podemos apreciar cómo este broche proveniente de Egipto quiso asentarse en Trigueros, como San Antonio Abad.

Sin ánimo de comparar un dios pagano con un Santo cristiano al que veneramos en Trigueros con gran devoción, sí es posible observar cómo algunas de las características que se les ha atribuido a ambos, coinciden, al menos someramente, lo que fortalece la conjunción de ambos en su relación con Trigueros.
Si tenemos en cuenta la simbología que define a Horus, que representa la obediencia y el respeto, nuestro Patrón, de igual forma, fue capaz de abrazar el texto de San Mateo con total obediencia, respeto y cumplimiento, por lo que desde siempre y hasta hoy es venerado por la Iglesia; y en Trigueros lo veneramos desde tiempo inmemorial.
Si Horus destaca por su simplicidad, sinceridad y fortaleza, San Antonio Abad, aun siendo de familia noble y pudiente, y orientado por las enseñanzas del Evangelio, supo manifestarse con toda sencillez, y al mismo tiempo supo ser fuerte ante las adversidades, y frente a los avatares tuvo que responder de forma sincera, dada la fortaleza de sus creencias arraigadas y su enorme capacidad de sacrificio por los más necesitados.

Si en su apariencia Horus es fuerte, pero por dentro jovial y sencillo, San Antonio Abad se nos muestra con fortaleza a prueba de tentaciones y de cuantas dificultades se pusieron en su camino para llegar a ser considerado el Primer Santo Anacoreta de la era cristiana. Su sencillez le llevó a vivir en el desierto alimentado por un cuervo que le proporcionaba cada día una pieza de pan. Siempre jovial y contento, y cumpliendo la voluntad de quien había elegido un camino de Santidad.
Si Horus era definido como magnífico anfitrión, y detestaba las discusiones, San Antonio Abad era el anfitrión por excelencia. Por las conversaciones y la biografía de San Atanasio, conocemos de su capacidad de oratoria y de cómo se acercaban a él para escuchar sus palabras; cómo quienes acudían a su encuentro quedaban admirados de su verbo, a pesar de su carencia de estudios, y de su capacidad para plantear, sin controversia, el ejemplo de su vida, y la afrontaba con entereza ante la admiración de sus contemporáneos y de quienes, desde siempre lo veneramos con gran admiración por su valor y por toda su obra.
Si a Horus no le interesa deslumbrar y tratará de pasar desapercibido, y estaba siempre dispuesto a brindar ayuda y a asumir responsabilidades, San Antonio Abad sí deslumbró por sus virtudes: Humilde, Paciente, Modesto, Casto, Prudente, Misericordioso, Amoroso, Celoso y Constante, y no queda duda alguna de que todo lo hizo pensando que siempre trataba de poner a los demás por delante de él, ofreciendo su entrega y asumiendo sus responsabilidades hasta el extremo de desprenderse de cuanto lo ataba al mundo y ofrecerse en todo su Ser hasta el extremo que conocemos.
Si a Horus se le reconoce que es muy trabajador, y que no le asustan las tareas con sacrificio, San Antonio Abad destaca por un sacrificio desmedido y por un trabajo constante en favor de los más necesitados, y se retiró del mundanal ruido, como diría Machado, para hacer más grande con su ejemplo las enseñanzas de Jesús.
Si Horus, cuando ama de verdad, lo hace con todas sus fuerzas y no sabe disimular sus sentimientos, San Antonio Abad mostró un AMOR con mayúsculas, con toda la fuerza humana posible; era imposible disimular lo que podía sentir, porque fue tan grande su amor que se desprendió de cuanto poseía para entregarse en cuerpo y alma al Creador. Todos sus sentimientos son de amor y entrega sin medida equiparable a lo que, como seres humanos, podemos conocer.
Parece que los avatares del destino han querido reunir de nuevo, casi como viejos conocidos, al santo, eremita en Egipto, con un objeto procedente de la misma tierra que lo acogió ya hace demasiado tiempo. Solo he pretendido acercarles unas reflexiones que hacen coincidir determinadas cualidades de dos ejemplos de culturas diferentes, aprovechando la oportunidad que nos brinda el detalle del broche del Santo.
Antonio López Castilleja.Trigueros, Diciembre de 2009

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